La corrupción política en Puerto Rico ha convertido a la fuerza laboral del gobierno en una herramienta para mantener el poder, en lugar de un recurso clave para el desarrollo y el bienestar del país. En vez de motivar a los empleados públicos y permitirles alcanzar su máximo potencial, los políticos los utilizan para fines partidistas, desviándolos de sus responsabilidades y habilidades. Este abuso de poder no sólo es una pérdida de recursos, sino que deshumaniza a los trabajadores, quienes se ven forzados a participar en actividades que no están alineadas con su verdadero propósito.
Foto: Convención PNP en el Choliseo - 2024
Infinidades de ejemplos abundan: desde obligar a empleados públicos a asistir a paradas políticas para llenar espacio y mostrar apoyo, hasta el uso indebido de recursos públicos, como vehículos y grúas, para colocar propaganda electoral, los políticos han convertido el servicio público en una extensión de su maquinaria de campaña. Tal es el caso de Thomas Rivera Schatz, quien ha sido confrontado por estas prácticas evidentes de politización del trabajo gubernamental, negando responsabilidades en un intento por justificar el uso indebido de recursos. Otro ejemplo es el de la empleada de la Comisión Estatal de Elecciones (CEE), quien admitió haber divulgado información confidencial del perfil electoral de la licenciada Mayra López Mulero en un chat de militantes del Partido Nuevo Progresista (PNP). Este abuso de su rol en el servicio público no solo pone en peligro la integridad de las instituciones, sino que demuestra cómo los empleados son utilizados para fines partidistas, exponiéndolos a consecuencias legales, como en este caso, donde la empleada se enfrenta a posibles cargos criminales por su actuación.
Este fenómeno no es simplemente un problema logístico o administrativo; tiene profundas implicaciones filosóficas y psicológicas. La teoría de la autorrealización de Abraham Maslow establece que el ser humano busca, en última instancia, alcanzar su potencial máximo, lo que él llama "autorrealización". Sin embargo, cuando el entorno laboral está contaminado por la corrupción y el abuso de poder, los trabajadores pierden la capacidad de desarrollar sus talentos, ideas y capacidades. En lugar de sentirse útiles y comprometidos con su labor, se sienten atrapados en un ciclo de obediencia a figuras políticas que no buscan el bien común, sino perpetuar su control sobre el aparato estatal.
La psicología moderna también nos enseña, a través de estudios sobre motivación y bienestar, que las personas que encuentran significado en su trabajo experimentan mayor satisfacción y productividad. En contraste, los empleados públicos que se ven forzados a participar en actividades corruptas o inútiles para complacer a sus superiores políticos pueden desarrollar sentimientos de frustración, estrés y desmoralización. Este tipo de ambiente afecta no sólo su desempeño laboral, sino su sentido de propósito y bienestar psicológico. Al estar siempre bajo la amenaza de perder su empleo si no se arrodillan ante políticos corruptos, estos trabajadores ven su dignidad comprometida.
Desde una perspectiva filosófica, podemos recurrir a las ideas de pensadores como Hannah Arendt, quien argumenta que la banalidad del mal se manifiesta cuando las personas, atrapadas en sistemas de poder corruptos, se vuelven cómplices de acciones inmorales simplemente por seguir órdenes o evitar represalias. Al politizar la fuerza laboral gubernamental, los políticos están perpetuando un sistema que convierte a los empleados públicos en cómplices involuntarios de su corrupción, robándoles la posibilidad de trabajar por el bien común y desarrollarse plenamente como individuos y ciudadanos.
Eliminando la corrupción del gobierno, los empleados públicos podrían finalmente alcanzar su mejor versión. Sin el yugo de la manipulación política, estos trabajadores tendrían la oportunidad de enfocarse en su verdadero propósito: servir al país. En lugar de asistir a paradas políticas o manipular recursos para campañas electorales, podrían recibir capacitación, mejorar sus habilidades y trabajar en proyectos que realmente beneficien a sus comunidades. De esta manera, el servicio público volvería a ser lo que debería ser: un espacio de contribución y desarrollo.
El primer paso hacia este cambio es votar de manera consciente y responsable. Los partidos y políticos que han utilizado el gobierno para su propio beneficio deben ser reemplazados por aquellos que entienden que el verdadero poder está en servir al pueblo, no en utilizarlo. Al eliminar a los políticos corruptos y apostar por alternativas como el Movimiento Victoria Ciudadana en Alianza, se puede abrir la puerta a una nueva era de transparencia, donde los empleados públicos no estén a la merced de los caprichos de un sistema corrupto, sino que puedan desarrollar todo su potencial humano al servicio de una sociedad más justa y equitativa.